recien nacido

Las dolencias más típicas en recién nacidos

Es muy común, especialmente en padres primerizos, estar atentos a la mínima muestra del bebé de estar sufriendo algún tipo de enfermedad o de dolencia. Es totalmente comprensible tener miedo a que, por exceso de confianza o por pura ignorancia, nuestro hijo no sea atendido de la forma adecuada, o no se gestione una determinada situación con la rapidez que merece. Esta tendencia a la preocupación suele dar pie a que las clínicas de pediatría y las urgencias de los hospitales reciban visitas de padres asustados con más frecuencia de lo esperado.

Nadie nace aprendido, y ser padre y aprender a reconocer los síntomas por los que está pasando nuestro hijo es una de las cosas más duras a las que nos enfrentaremos en la vida. Los pediatras lo saben, y suelen ser comprensivos tanto con los padres excesivamente preocupados como con los que no suelen identificar síntomas peligrosos con demasiada anticipación. Sin embargo, sí conviene que, cuando nos quede poco para enfrentarnos a la ardua tarea de proteger la vida de un recién nacido, estemos familiarizados con los problemas médicos más habituales que se pueden sufrir a esta edad, con sus síntomas, su peligrosidad y la forma de tratarlos. A continuación, para suplir ese posible desconocimiento, se comentan de forma resumida algunas de las dolencias más típicas sufridas por recién nacidos.

Otitis

Esta dolencia del oído es una de las más recurrentes en bebés, y es posible que la mayoría de las personas que estén leyendo esto la hayan sufrido en su momento. La razón principal es la debilidad del sistema inmunitario, que da pie a que las bacterias puedan campar a sus anchas en la zona situada detrás del tímpano, causando esta infección. Si bien esta dolencia se suele solucionar sin necesidad de tratamiento, es perfectamente posible que se receten antibióticos para acortar el proceso.

Las infecciones de oído son muy dolorosas, y nuestro bebé manifestará que la está sufriendo con llantos, tirones de los lóbulos de su oreja, vómitos, incapacidad para oír algunos sonidos y secreciones de líquido en el canal auditivo. Para poder evitar que nuestro hijo sufra otitis, deberíamos reducir su exposición al humo de tabaco, evitar un uso excesivo del chupete o no darle el biberón si está colocado de lado. Sin embargo, no debemos preocuparnos en exceso, pues la otitis no suele ser una enfermedad peligrosa.

Apnea

La apnea en recién nacidos es más habitual en el caso de los bebés prematuros, pero aun así deberíamos tener en cuenta que es una dolencia frecuente en todo caso. Consiste en que el bebé deja de respirar durante unos cuantos segundos, para recuperarse con normalidad poco después. Su causa suele tener que ver con un infradesarrollo del sistema respiratorio y con altibajos en la glucosa, y los riesgos de sufrirla se tienden a evaporar según el bebé va cumpliendo meses.

Sin embargo, conviene ser cautos con este problema, especialmente si nuestro bebé ya ha dado muestras de sufrirlo o si ha sido prematuro. Si bien la respiración suele recuperarse con naturalidad pasados unos 20 o 30 segundos, existe la posibilidad de que el recién nacido tenga dificultad para volver a respirar. Para prevenir complicaciones, existen sistemas que avisan a los padres de que el bebé ha dejado de respirar; de esta forma, bastará con moverlo un poco o estimularlo de alguna forma para que su estado vuelva a ser el adecuado.

Gastroenteritis

Esta dolencia es habitual no sólo en bebés, sino en cualquier edad. Los bebés, sin embargo, son más proclives a que los síntomas se agraven y que la enfermedad requiera hospitalización o un tratamiento sofisticado para recuperarse. El origen de la gastroenteritis es vírico, y los sistemas inmunes poco desarrollados de los bebés facilitan el desarrollo de la dolencia.

Esta enfermedad es una de las más fáciles de detectar, dado que sus síntomas son muy concretos y su recurrencia es elevada. Lo primero en lo que nos tenemos que fijar es en que el bebé haya perdido el apetito, un rasgo que nos debería poner bajo aviso. A partir de eso, los síntomas son los clásicos: fiebre elevada, vómitos, diarrea casi continua y mucho dolor en la tripa, que el bebé exteriorizará con llantos.

La gastroenteritis, en la mayoría de los casos, se cura sin necesidad de tratamiento ni de hospitalización, pero conviene tener en cuenta el peligro que supone la deshidratación: los vómitos y la diarrea continuos hacen muy necesario que mantengamos hidratado continuamente a nuestro bebé, pues este factor puede ser el mayor responsable de que se haga necesaria la hospitalización. De hecho, si detectamos que nuestro bebé llora sin lágrimas, o si notamos que hay sangre en las heces, deberíamos plantearnos ir lo antes posible al pediatra.

Infección respiratoria

Esta dolencia es, más bien, un grupo de dolencias, pues podemos diferenciar entre aquellas originadas en las vías respiratorias altas y en las vías respiratorias bajas, siendo ambos tipos muy comunes en bebés.

Respecto a la infección en las vías respiratorias altas, esta es la forma más común de infección respiratoria, y habitualmente la más inofensiva. Se origina a causa de patógenos en la nariz, la garganta y la tráquea, y su manifestación más habitual es el resfriado. Los síntomas, entre los que están la tos, febrícula, la congestión nasal o el cansancio generalizado, suelen durar algo más de una semana, pero todo lo que sea superar los 10 o 12 días debería ser indicador de que conviene visitar al médico. Especialmente necesaria es la visita a un profesional si nuestro bebé tiene fiebre elevada, tos continua o silbidos cuando respira.

Respecto a las infecciones en las vías respiratorias bajas, se dan cuando los patógenos llegan a los pulmones o a los bronquios. Para saber si nuestro bebé sufre este tipo de dolencias, basta con observar síntomas similares a los del resfriado, pero más agravados y persistentes. Ante tos recurrente, fiebre elevada, dificultad para respirar o muchos silbidos, debemos acudir a un médico lo antes posible.