Señales de embarazo y cómo interpretarlas

Hay dudas que se instalan en la cabeza con una facilidad pasmosa. Un día te notas rara, al siguiente estás más cansada de lo normal, y de repente un olor que antes te daba igual te revuelve el estómago. ¿Casualidad? ¿Síndrome premenstrual? ¿Un simple desajuste? O, quizá, el principio de un embarazo.

Lo cierto es que las primeras semanas pueden ser una especie de “zona gris”. El cuerpo empieza a adaptarse muy pronto a la nueva situación, a veces incluso en los primeros días, pero no siempre manda señales claras. Y cuando las manda, muchas se parecen demasiado a las del SPM como para fiarse a ciegas.

En esa confusión, hay dos ideas que conviene grabarse: cada mujer es un mundo (puedes tener síntomas intensos o prácticamente ninguno), y la confirmación fiable no llega por intuición, sino por una prueba bien hecha y en el momento adecuado.

Lo que suele pasar al principio y por qué puede confundirte

Uno de los avisos más conocidos es el retraso menstrual. Si tu ciclo es regular y, de pronto, no baja, es normal que salten las alarmas. Pero también es verdad que un retraso no “sentencia” nada: el estrés, los cambios de hábitos, la lactancia o incluso una etapa especialmente intensa pueden descolocar el calendario sin que exista embarazo.

A partir de ahí, entran en escena las hormonas, que tienen un talento especial para ponerlo todo patas arriba. Pueden aparecer cambios de humor, sí, pero también señales menos obvias, como un aumento del flujo vaginal y esa sensación de que el cuerpo va a su ritmo, no al tuyo.

Luego están las pequeñas pistas que, cuando se juntan, empiezan a sonar a “algo está pasando”. Un sangrado muy leve, por ejemplo, que algunas mujeres notan alrededor de los días posteriores a la concepción y que suele durar poco. No siempre ocurre y, si aparece, lo más sensato es consultarlo para quedarse tranquila, sobre todo si se acompaña de dolor.

También es frecuente empezar a ir más al baño. La necesidad de orinar con mayor frecuencia puede aparecer a partir de las primeras semanas, y muchas veces se debe a que el cuerpo empieza a gestionar más líquidos y la circulación se transforma para adaptarse al embarazo.

La hinchazón abdominal tiene su propio truco: puede sentirse parecida a la de los días previos a la regla, incluso con molestias que recuerdan a “dolor de ovarios”. Por eso confunde tanto. En esos primeros días, a veces lo único sensato es observar, respirar y no vivir en modo detective.

Y sí, el pecho también suele hablar. Puede hincharse, aumentar de tamaño y estar más sensible por el empujón hormonal, aunque, otra vez, esto también puede pasar antes de menstruar.

Si hay un síntoma con fama de “clásico”, ese es el de las náuseas. En muchos casos no aparecen hasta varias semanas después, pero pueden adelantarse. Y no, no tienen por qué ser solo matutinas: pueden asomar en cualquier momento del día. A veces se acompañan de mareos o sensación de desmayo, porque el cuerpo está reajustando la circulación y la presión.

En paralelo, hay embarazadas que notan que ciertos olores se vuelven insoportables, o que comidas que antes les encantaban ahora les dan rechazo. También puede cambiar el gusto y aumentar la salivación. Es desconcertante, pero bastante habitual en las primeras semanas.

Y el cansancio… ese merece capítulo aparte. La fatiga del inicio puede ser intensa, como si te hubiesen bajado el volumen de energía sin avisar. A veces mejora con el paso de las semanas y, en otras, va y viene según cómo evolucione el embarazo.

A todo esto se le puede sumar un detalle que desconcierta: una ligera subida de temperatura, apenas unas décimas. No siempre significa nada, pero puede aparecer como parte de esos cambios sutiles, mientras el cuerpo trabaja en segundo plano.

Y si de repente el intestino decide ir “a cámara lenta”, tampoco estás imaginando cosas. El estreñimiento también puede presentarse temprano, porque las hormonas pueden ralentizar el tránsito intestinal y favorecer la sensación de pesadez.

En el saco de los síntomas menos conocidos entra la retención de líquidos con efectos curiosos: no solo puede notarse hinchazón en tobillos, también cambios en la cara o en distintas zonas del cuerpo, especialmente cuando el embarazo avanza.

También existen señales que, aunque no sean de las más comunes, merecen atención: picor intenso en manos y pies, por ejemplo, sobre todo si aparece por la noche y en etapas finales. Si sucede, lo prudente es consultarlo, porque hay causas específicas del embarazo que conviene descartar.

Otro clásico de la recta final es el hormigueo y la debilidad en las manos, típico del síndrome del túnel carpiano, que puede aparecer por compresión nerviosa en la muñeca. Puede ser molesto, sí, pero en muchos casos mejora después del parto.

A veces se suman calambres nocturnos o esa sensación incómoda de piernas inquietas. En algunos casos, puede estar relacionado con niveles bajos de hierro u otros cambios del embarazo, así que no está de más comentarlo en consulta para valorar si necesitas ajustes.

Incluso las encías pueden “dar la nota”: pueden estar más sensibles, inflamarse o sangrar con más facilidad por el efecto hormonal, algo que hace que la higiene dental cobre todavía más importancia durante la gestación.

Y luego están las molestias con pinta de resfriado: congestión nasal, estornudos, picor en la nariz, tos… Hay embarazadas que desarrollan lo que se conoce como rinitis del embarazo, sobre todo al inicio, y puede ser bastante pesada aunque no sea grave.

¿Ronquidos de repente? También puede pasar. Entre la congestión, los cambios físicos y la postura al dormir, hay mujeres que empiezan a roncar sin haberlo hecho antes, especialmente cuando el embarazo avanza.

Y, en ocasiones, aparecen sangrados nasales: pequeños, sin drama, pero llamativos, porque los vasos sanguíneos están más sensibles y los cambios circulatorios se notan hasta en esos detalles.

Con este panorama, es fácil caer en el “todo me pasa porque estoy embarazada”. Por eso ayuda tener una brújula práctica: el SPM suele desaparecer cuando llega la regla; en embarazo, los síntomas tienden a persistir. Además, los calambres premenstruales suelen ser más intensos que esos tirones leves que muchas describen al inicio del embarazo, y la sensibilidad mamaria puede sentirse más duradera.

Y ahora, lo importante: cuándo pasar del “creo” al “sé”.

Las pruebas de embarazo caseras detectan una hormona del embarazo en la orina. Suelen funcionar bien cuando ya ha pasado un tiempo desde la concepción, pero si se hacen demasiado pronto pueden fallar. Por eso, para reducir falsos negativos, muchas recomendaciones apuntan a esperar al retraso y, si es posible, a hacerlo con la primera orina de la mañana.

Si sale dudoso o negativo pero los síntomas siguen y el retraso continúa, lo sensato es repetir la prueba pasados unos días o consultar para valorar un análisis de sangre, que puede aportar una confirmación más precisa.

¿Y si no notas nada? También puede pasar. Hay mujeres que apenas sienten síntomas en las primeras semanas, y eso no invalida el embarazo. El cuerpo no sigue un guion idéntico para todas, ni mucho menos.

Por último, conviene tener un pequeño “semáforo” mental. Si aparece sangrado abundante, dolor abdominal intenso o fiebre alta, no toca esperar: es motivo para consultar cuanto antes.

Y si finalmente confirmas el embarazo, la idea es empezar bien, no perfecto. Pedir cita para iniciar el seguimiento, hablar de suplementos si procede, cuidar el descanso, escuchar a tu cuerpo y apoyarte en tu entorno suele ser una buena forma de arrancar esta etapa con calma y criterio.