Todos los niños en alguna ocasión pueden tener una rabieta. Es algo normal porque es la forma que muchos de ellos tienen de mostrar su frustración o desacuerdo con algo. Algunos padres prefieren dejarlo pasar y dejar que se les pase sola. Otros intentan dialogar de una manera tranquila y otros riñen, cosa que no debería hacerse.
¿Cómo hacer frente a las rabietas de tus hijos?
Lo primero que podemos hacer es saber porqué nuestros hijos están de rabieta. Si la tienen es lógico que les pase algo y como madres o padres debemos ayudarles para que no les pase de nuevo. Si los niños son pequeños, podemos armarnos de paciencia y enseñarles algunas palabras para que nos digan qué les pasa. De esta forma sabremos qué es lo que les pasa de una manera más sencilla.
No hay que acorralar a nuestros hijos cuando tienen una rabieta. Posiblemente reaccionen peor y conseguiremos que se enfaden más. En muchos casos, lo mejor es dejarles que se desahoguen. Eso sí, no debemos dejar que tiren nada ni tengan la oportunidad de romper cosas.
Nunca debemos discutir con ellos porque se acabarán enrabietando más. Debemos mostrarles condescendencia y comprensión. Si nos ven alterados o alteradas, no se sentirán tranquilos, sino todo lo contrario. Por ello debemos predicar con el ejemplo.
Nosotras como madres también lo hemos vivido y sabemos lo que es tener una rabieta. Cuando se suele tener una rabieta no se puede tomar una decisión de forma inteligente y tampoco pensar correctamente. Hay que buscar una forma de calmarle y la mejor es hacerlo desde el cariño. Una buena idea es darle un cariñoso abrazo, verás qué buena idea y lo bien que funciona.
Si tienes la oportunidad es importante que intentes convertir la rabieta en algo diferente y si puede ser, divertido. Ofrecer a nuestros hijos una alternativa diferente a la rabieta y cambiarla por una propuesta divertida, es otra de las fórmulas que mejor funcionan.
Para acabar, queremos insistir en algo de gran importancia, nunca debemos utilizar la violencia, ni verbal ni física. Ese debería ser un recurso al que nunca deberíamos tener que recurrir bajo ningún concepto.
Si por algún casual pierdes los papeles en algún momento, lo que debes hacer es respirar profundamente y controlarse. Los niños nunca aprenderán nada bueno si les agredimos. Sea como sea es algo que nunca jamás deberemos hacer bajo ningún concepto.