La adolescencia representa una etapa de profundos cambios que frecuentemente genera tensiones en la dinámica familiar. Cuando los padres se encuentran con un adolescente que constantemente lleva la contraria, la frustración puede alcanzar niveles significativos, especialmente si el niño había sido previamente colaborador y obediente. Sin embargo, esta aparente rebeldía forma parte de un proceso natural de desarrollo y maduración que, aunque desafiante, es necesario para la formación de una identidad propia.
