«Mis hijos no me obedecen» es una frase que resuena en numerosos hogares, generando frustración y desconcierto en padres y madres que sienten que sus palabras caen en oídos sordos. Esta experiencia, compartida por la inmensa mayoría de familias en diversos momentos de la crianza, suele provocar sensaciones de impotencia y cuestionamiento sobre nuestras habilidades parentales.
