El miedo a la oscuridad es algo muy común entre los niños. Este temor comienza a partir de los dos años y suele durar hasta los diez aproximadamente. Para ellos es algo impresionante, aunque para los adultos el miedo es algo lógico en nuestro crecimiento.
¿Quién no tiene miedos independientemente de su edad? Los niños consideran a la oscuridad como algo desconocido y a lo que no les gusta enfrentarse. Pueden temer que aparezca algo que les de miedo o les asuste, influenciados por juegos, televisión o libros.
El miedo es algo normal, algo inherente al ser humano y que forma parte de nuestro instinto de supervivencia. Nos hace tener nuestros mecanismos de defensa en alerta y ante su aparición buscamos protección.
Niños y su miedo a la oscuridad
Los peques suelen tener miedo a que aparezca un monstruo de debajo de la cama o dentro del armario. Al no contar con la protección de sus progenitores en su habitación pueden llegar a tener pesadillas.
En este caso, los especialistas recomiendan a los papás y mamás llevar una actitud natural ante este miedo. Si el niño ve que sus padres están preocupados, el pequeño perderá su confianza sobre ellos. Por eso, los progenitores deben mantener tranquilidad para enfrentarse al miedo y que el pequeño vea que no hay monstruos.
¿Qué hacer en estos casos?
Lo que no se debe hacer es dejar que los niños duerman con papá y mamá. Si el niño se acostumbra a ello, será muy difícil poder acabar con este hábito. Cuando el niño tenga miedo, lo mejor es consolarles y acompañarles a la cama para que duerman de nuevo.
Si transigimos y dejamos que se quede en la cama con nosotros estaremos cayendo en un error. Estaremos dándole a entender que realmente sí hay algo de lo que debe tener miedo.
Los expertos recomiendan hablar con ellos para que vayan verbalizando sus temores y se sientan mejor. Como ayuda se puede dejar una luz auxiliar encendida para que el pequeño no tenga miedo. Otra alternativa es darle una linterna para que cuando el niño tenga miedo la encienda. De esta forma descubrirá que no hay nada que temer.
Lo que no hay que hacer es hacer que los niños se enfrenten directamente a sus miedos. Es decir, no hay que cerrar la puerta de su habitación cuando tengan miedo, obligarles a mirar dentro del armario o bajo la cama. Esto puede hacer que ese temor se enquiste más aún.