Ir a la playa con niños y no morir en el intento

Ir a la playa con niños suena a plan de verano de los que no fallan y probablemente casi «obligado», pero cualquiera que lo haya hecho sabe que, sin un poco de organización, la experiencia puede terminar siendo agotadora. El mar, la arena y el sol son una combinación fantástica para ellos… y, a veces, se convierte en un pequeño reto para los padres. Antes de cargar el coche con toallas, cubos y demás material playero, conviene pensar en ciertos detalles que marcan la diferencia.

Esto es lo que debes tener en cuenta

No basta con elegir una playa bonita; hay que asegurarse de que sea segura, cómoda y adaptada a los más pequeños. La clave está en llegar con todo lo necesario, prever lo previsible y estar listo para improvisar si algo se tuerce.

A mitad del día, cuando el calor aprieta y el cansancio se nota, es cuando surgen las “pruebas de resistencia”: hambre, discusiones por los juguetes, alguna que otra lágrima… Si llevas todo bien preparado, esos momentos se superan sin problema. Y para que lo tengas más fácil, aquí tienes una lista de consejos que realmente funcionan:

  • Elegir bien la playa: mejor si tiene bandera azul, aguas tranquilas y poco profundas. Los servicios como baños, duchas y socorrista son un plus.
  • Ir en las horas adecuadas: a primera hora o al final de la tarde, cuando el sol no castiga tanto y hay menos gente.
  • Proteger la piel: crema solar SPF 50 resistente al agua, aplicada media hora antes y renovada cada dos horas. No olvides orejas, nuca y empeines.
  • Usar sombrero y gafas de sol: protegen cabeza y ojos. Si ellos eligen el modelo, será más fácil que los lleven puestos.
  • Hidratación constante: agua fresca en botellas o bidones, zumos naturales o batidos caseros. Mejor ofrecerles bebida cada cierto tiempo, aunque no la pidan.
  • Llevar juguetes variados: cubos y palas, pero también pelota, frisbee, cometa o gafas de buceo si son más mayores.
  • Comida sencilla y práctica: fruta cortada, bocadillos, frutos secos o galletas que aguanten bien el calor y no se pongan malos rápido.
  • Crear una zona de sombra: sombrilla, toldo o tienda de playa, mejor si es estable y aguanta el viento.
  • Tener un botiquín a mano: tiritas, desinfectante, crema para picaduras y suero fisiológico. No ocupan nada y evitan apuros.
  • Fijar reglas básicas: no alejarse sin avisar, salir del agua si cambia la bandera, no empujar en el mar. Explicadas con calma funcionan mejor.
  • Aprovechar para enseñar: hablarles sobre las mareas, el cuidado de la arena y el respeto por los animales que encuentren.
  • Saber cuándo recoger: mejor irse cuando aún queda algo de energía que apurar hasta el agotamiento total.

Otros detalles que marcan la diferencia

Además de los básicos, hay pequeños trucos que, sin darte cuenta, hacen que todo fluya mejor. Por ejemplo, llevar una muda completa para cada niño, incluidas chanclas, porque nada más incómodo que un traje de baño húmedo durante el viaje de vuelta. También es buena idea guardar la ropa limpia en bolsas herméticas para que no coja arena.

Si vais en coche, un cepillo pequeño o una botella de agua extra para enjuagar pies y manos antes de subir puede ahorrarte mucho trabajo al llegar a casa. Otra recomendación es tener siempre a mano un par de toallas grandes y ligeras de secado rápido: ocupan poco y se secan enseguida, algo que agradecerás si toca cambiar a los niños varias veces.

Y, por último, no subestimes el poder de la música o los cuentos cortos para el momento de descanso bajo la sombrilla. Un altavoz pequeño o un par de libros infantiles pueden convertirse en la pausa perfecta para que todos recuperéis energía antes de volver a la acción.

Con esta base, el día en la playa se vuelve mucho más llevadero. No se trata de seguir todo al pie de la letra, sino de adaptar las ideas a la edad y el carácter de los niños, al lugar que hayas elegido y, por qué no, a tu propio ritmo. La improvisación también tiene su encanto, siempre que haya un mínimo de seguridad y organización detrás.