Mi hijo vuelve a hacerse pis en la cama

Cuando un niño que ya había logrado ir al baño de forma adecuada, en el momento preciso,  y comienza nuevamente a hacerse pis encima, es natural que los padres experimentemos preocupación y cierta frustración. Sin embargo, estas situaciones son más frecuentes de lo que imaginamos y generalmente representan una fase temporal en el desarrollo infantil. Comprender las causas subyacentes y saber cómo responder adecuadamente puede transformar este desafío en una oportunidad para fortalecer el vínculo con nuestros hijos y promover su seguridad emocional.

Durante los primeros años de vida, el desarrollo infantil no sigue una trayectoria lineal sino que avanza con fluctuaciones y ocasionales retrocesos. El control, como muchas otras habilidades, puede verse temporalmente afectado por diversos factores externos e internos que generan inseguridad en los niños. Cuando esto ocurre, su cerebro puede recurrir a patrones anteriores de comportamiento, buscando instintivamente la seguridad que experimentaban en etapas previas de su desarrollo.

La causa

Las regresiones en el control del pis generalmente responden a dos factores principales:

La variabilidad normal del desarrollo infantil constituye la primera explicación. El proceso de adquisición de habilidades no es completamente estable, especialmente durante las primeras semanas tras lograr el control. Pequeños retrocesos pueden generar nerviosismo e inseguridad en el niño, creando un círculo que incrementa la frecuencia de los escapes.

Las regresiones propiamente dichas representan la segunda causa común. Estas se caracterizan por el retorno a comportamientos de etapas anteriores ya superadas, y suelen desencadenarse por factores específicos como:

  • La adaptación a nuevos entornos educativos, como el inicio en la guardería o el colegio.
  • Alteraciones significativas en las rutinas familiares, incluidas mudanzas o reorganizaciones domésticas.
  • Cambios en la dinámica familiar, especialmente con la llegada de un nuevo hermano que modifica la distribución de atención parental.
  • Situaciones emocionalmente intensas como separaciones, divorcios o pérdidas de seres queridos.

Estos retrocesos temporales forman parte de los mecanismos de adaptación del niño frente a circunstancias que percibe como desafiantes o desestabilizadoras. Desde una perspectiva neurológica, representan una respuesta natural del cerebro infantil que, ante la inseguridad, recupera patrones de comportamiento asociados con momentos de mayor protección y confort.

Cómo ayudar al niño

Cuando observamos que nuestro hijo vuelve a tener escapes urinarios después de haber logrado el control, podemos implementar diversas estrategias que facilitarán su retorno a la normalidad:

  1. Identificación de posibles desencadenantes: Es fundamental analizar si han ocurrido cambios recientes que pudieran explicar esta regresión. Nuevos entornos como baños escolares o alteraciones en las rutinas pueden generar inseguridad. El diálogo con el niño, adaptado a su nivel de comprensión, puede revelar preocupaciones específicas. Complementariamente, la comunicación con educadores y cuidadores puede aportar información valiosa sobre posibles dificultades en otros contextos. Sin embargo, es importante reconocer que no siempre identificaremos una causa clara. Incluso en estos casos, podemos ayudar al niño a recuperar la calma y seguridad necesarias para restablecer el control.
  2. Actitud comprensiva y apoyo emocional: La empatía constituye nuestra herramienta más poderosa. Debemos recordar que estos episodios no son intencionales y evitar comentarios que puedan avergonzar al niño como «¿Otra vez te has hecho pis?» o «Los niños mayores no hacen esto». En su lugar, podemos utilizar expresiones que transmitan comprensión y apoyo: «Es normal que a veces los cambios nos cuesten un poco. Estoy aquí para ayudarte» o «Vamos a encontrar juntos una solución para que te sientas más cómodo». En ocasiones, la opción más efectiva puede ser simplemente proporcionar ropa seca sin hacer comentarios adicionales, evitando así centrar excesiva atención en el incidente.
  3. Restablecimiento de rutinas estructuradas: Las rutinas proporcionan seguridad y previsibilidad, elementos esenciales para consolidar el control de esfínteres. Recuperar o reforzar estas rutinas puede ser crucial, especialmente tras cambios significativos como la llegada de un hermano. Crear hábitos como visitar el baño en momentos específicos (antes de salir de casa, antes de dormir) proporciona estructura y refuerza la confianza del niño en sus capacidades.
  4. Cultivo de la paciencia: Las regresiones frecuentemente vienen acompañadas de otros comportamientos desafiantes o demandas adicionales, todas manifestaciones de inseguridad. Mantener la calma es fundamental, recordando constantemente que el niño necesita nuestro apoyo para recuperar la seguridad y que esta etapa es transitoria.
  5. Fortalecimiento del vínculo afectivo: Dedicar tiempo de calidad exclusivo con el niño constituye una de las estrategias más efectivas. Actividades como jugar juntos, leer cuentos o simplemente compartir momentos de cercanía física refuerzan su sentimiento de seguridad. Particularmente beneficiosos son los momentos de atención exclusiva como paseos o actividades especiales donde el niño experimente la conexión plena con sus padres, reforzando la seguridad emocional que necesita.