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Embarazo ectópico, cuando el embarazo aparece donde no debe

La mayoría de las veces, cuando una mujer ve un test de embarazo positivo piensa en ecografías, nombres de bebé y futuros planes en familia. Sin embargo, en un pequeño porcentaje de casos, la gestación no se desarrolla como debería y el embarazo se implanta fuera del útero. Es una situación médica seria que recibe el nombre de embarazo ectópico y que requiere actuación rápida para proteger la salud de la madre.

En un embarazo normal, el óvulo fecundado viaja por la trompa de Falopio hasta el útero y se instala en su pared interior, preparada para alimentar al embrión durante toda la gestación. En el embarazo ectópico ese recorrido se interrumpe, el embrión se queda atrapado en el camino o se implanta en un lugar equivocado. La localización más habitual son las trompas de Falopio, aunque en ocasiones excepcionales puede aparecer en el ovario, en el cuello del útero o incluso en la cavidad abdominal. Ninguna de estas zonas está preparada para albergar un embarazo, no tienen espacio ni riego sanguíneo adecuados, y el crecimiento del embrión puede provocar hemorragias internas muy peligrosas.

Por ese motivo se considera una urgencia ginecológica. El embrión no puede seguir adelante y el objetivo del tratamiento es evitar complicaciones graves para la madre. La buena noticia es que, gracias a las pruebas actuales, cada vez se detecta antes y el abordaje es más eficaz y respetuoso con la fertilidad futura. Muchas mujeres que han pasado por un embarazo ectópico consiguen después un embarazo normal y saludable.

Síntomas que no debes pasar por alto

El inicio de un embarazo ectópico se parece mucho al de cualquier embarazo temprano. Puede haber retraso de la regla, molestias en el pecho, cierto cansancio, náuseas ligeras. Por eso al principio resulta casi imposible distinguirlo de una gestación normal. A menudo es durante las primeras semanas, entre la sexta y la duodécima, cuando comienzan las señales de alerta.

Uno de los síntomas más frecuentes es el sangrado vaginal. Suele ser más escaso que una regla, de color oscuro, casi marrón. Esa sangre procede del interior de la trompa u otra zona donde se ha implantado el embrión y tarda en salir al exterior, por eso cambia de aspecto. Muchas mujeres lo confunden con una menstruación rara o con pérdidas típicas del inicio del embarazo, pero si se acompaña de dolor conviene consultarlo.

El dolor abdominal es la otra gran pista. Puede empezar como una molestia en la parte baja del abdomen y hacerse cada vez más intensa, a veces localizada en un lado. Si la trompa se rompe o se produce una hemorragia importante, el dolor puede irradiarse hacia el hombro, aparecer mareo, sensación de debilidad extrema e incluso pérdida de conocimiento. En ese punto hablamos de una emergencia que necesita atención inmediata, no es momento de esperar a ver si se pasa sola.

Ante la mínima sospecha, lo adecuado es acudir a urgencias o al ginecólogo. Allí se realizará un análisis de sangre para medir la hormona del embarazo y una ecografía. Cuando el test es positivo, pero en la ecografía no se ve saco gestacional dentro del útero, los médicos empiezan a pensar en la posibilidad de una gestación ectópica. A veces se necesitan varias analíticas y ecografías separadas por unos días para confirmar el diagnóstico, ya que la evolución de la hormona y las imágenes ayudan a aclarar la situación.

En cuanto a las causas, el problema de fondo suele ser un transporte defectuoso del embrión. Las trompas de Falopio funcionan como un pequeño pasillo por el que el óvulo fecundado se desplaza gracias a los movimientos de sus paredes y a unos diminutos pelitos internos. Cualquier alteración, una inflamación previa, una cicatriz por infecciones de transmisión sexual, cirugías pélvicas antiguas, endometriosis o malformaciones de nacimiento, puede dificultar ese recorrido y favorecer que el embrión se quede atascado antes de llegar al útero. También aumenta el riesgo la edad materna avanzada, el tabaquismo y algunos tratamientos de reproducción asistida.

Existe una creencia muy extendida sobre el dispositivo intrauterino. Se suele pensar que provoca embarazos ectópicos, cuando en realidad lo que hace es impedir la implantación en el útero. Si una mujer se queda embarazada llevando un DIU, algo poco frecuente, es más probable que esa gestación se haya implantado fuera de la cavidad uterina, de ahí la asociación. No es que el DIU cause el problema, es que deja al descubierto solo esa posibilidad.

Una vez confirmado el diagnóstico, la forma de actuar depende del estado de la mujer, de la localización del embarazo y de cómo se encuentre la trompa. Si la gestación es pequeña, no hay signos de rotura ni hemorragia y la paciente está estable, una opción es el tratamiento médico con metotrexato, un fármaco que detiene la división de las células embrionarias. Se administra normalmente mediante una inyección y obliga a realizar controles periódicos de la hormona del embarazo hasta comprobar que la gestación se ha resuelto por completo. Es un proceso más lento, pero evita una intervención quirúrgica.

Cuando el embarazo está más avanzado, hay sangrado abundante o riesgo de rotura, la alternativa es la cirugía. Lo habitual hoy en día es recurrir a la laparoscopia, una técnica que se realiza a través de pequeñas incisiones en el abdomen, por donde se introducen una cámara y los instrumentos. Dependiendo de los daños en la trompa, el cirujano intentará abrirla para extraer el embarazo y conservarla, o se verá obligado a retirarla si está muy afectada. Aunque asusta, la mayoría de mujeres pueden seguir ovulando por la trompa sana y mantienen posibilidades reales de un futuro embarazo.

El impacto del embarazo ectópico no es solo físico. Muchas mujeres describen la experiencia como una montaña rusa, pasan de la ilusión de una posible maternidad a enfrentarse a una operación, a la pérdida del embarazo y al miedo a que vuelva a suceder, todo en cuestión de días. Es normal sentir tristeza, rabia, culpa o confusión. Contar con información clara, con un equipo médico cercano y con apoyo emocional de la pareja, de la familia o incluso de grupos de mujeres que han pasado por lo mismo, ayuda mucho a elaborar lo ocurrido.

Respecto al futuro, la mayoría de quienes han tenido un embarazo ectópico pueden volver a intentarlo. Los especialistas suelen recomendar esperar unos meses para que el organismo se recupere por completo y, en el caso de haber recibido metotrexato, para que el medicamento se elimine del cuerpo. En el siguiente embarazo se suele hacer un seguimiento más estrecho, con una ecografía temprana que confirme cuanto antes que el saco gestacional está correctamente implantado en el útero.

No siempre es posible prevenir un embarazo ectópico, pero sí se pueden reducir algunos factores de riesgo. Cuidar la salud sexual, tratar a tiempo las infecciones de transmisión sexual, dejar de fumar, consultar tras una cirugía pélvica o ante problemas de fertilidad y acudir a las revisiones ginecológicas recomendadas son medidas que protegen la salud reproductiva en general.

En definitiva, el embarazo ectópico es una complicación poco frecuente, pero importante, del inicio del embarazo. Conocer sus síntomas, saber cuándo acudir al médico y entender cuáles son las opciones de tratamiento ayuda a reaccionar a tiempo. Aunque la experiencia sea dura, no significa que el sueño de ser madre tenga que terminar ahí. Con el acompañamiento adecuado y un seguimiento correcto, muchas mujeres consiguen más adelante un embarazo sano y una nueva oportunidad de llenar de vida el útero donde esta vez sí, el embrión se implantará en el lugar correcto.